lunes, 4 de agosto de 2014

De la vida a la muerte y no por suerte


Decidí escribir solo sobre una de las casi cuatro semanas que mi abuela estuvo internada. Creo que de un día pensar en donde la velaríamos a que hoy me agarre la mano, hay una interesante y emotiva, si querés y valorás a tus abuelos como yo, historia  que contar.

Resumiendo las semanas anteriores a ésta vi a mi abuela rogando a su mamá y a su tía que la llevasen donde ellos están, esto por días y sin dormir, luego gritando de dolor, y últimamente con días sin despertarse. También pasamos por una noche crítica, en la que tras una complicación, mi tía - la primera en vivir para mi abuela - me pidió que me quedase con ella por si “esa noche pasase”. Miedo, fue lo primero que sentí, no estaba preparada para eso, pero créanme; nadie lo está, nunca.

Esa noche pasamos y pasamos muchas más. Mi vida perdió estabilidad y noción del tiempo. A medida que a mi abuela “se le tapaba un brazo, quedaba libre una pierna” así lo explicaba el doctor haciendo referencia a que no salía de un problema y entraba en otro.
Luego mejoró, por decirlo así, y cuando hablamos de volver a casa en la semana, las cosas se pusieron más delicadas. Pasamos a  terapia intensiva como una bajada más de la montaña rusa de sentimientos. Ella no mejoraba y nosotros tampoco.

La decisión. Tener que decidir “dejar de luchar” traducido a dejar de darle medicamentos para que mejore,  que momento difícil, ese instante en el que tenés que pensar más en el otro, en su paso y en su ida digna y no en lo terrenal. Lo decidimos,  se le bajaron los remedios y solo quedó con lo básico, alimento y oxígeno, se dejó de luchar.

Esperar. ¿Cómo ir a tu casa si sabés que tu abuela se va en cualquier momento? En mi cabeza solo había recuerdos y ganas de que se quede para siempre con nosotros, llorar hasta dolerme la cabeza, no más abrazos cariñosos ni milanesas los sábados.


Pero al día siguiente salió el sol y estaba en la oficina intenando concentrarme, obviamente sin éxito. En ese proceso acepté la realidad, todos estamos de paso en esta vida y ella, ya viejita, solo estaba cumpliendo el ciclo de la vida. Los días y horas pasaban; ella se hinchaba, su cuerpo se tornaba  frío y con la presión muy baja. Muy fuerte para equilibrar con aquel día de la amistad que pasó sin darme cuenta.

¿Cuándo? Era la pregunta que hacíamos a los doctores, ¿cuánto tiempo más? “No podemos definir, a algunos les toma más y a otros menos, pero como ella es fuerte, deberíamos ser pacientes” nos decían los doctores. Para ese día  ya pensamos cual ropa le íbamos a poner ese día, es fuerte pero cierto.

 Viernes. Ya estábamos metidos en la rutina de entrar a terapia en los horarios establecidos, de hacerte amiga de las personas que también tenían parientes ahí. Nos tocó entrar y verla desinchada, sentirla calentita, y con presión estable; el doctor estaba más soprendido que nosotros y eso lo indicaba con la expresión de brazos que indican el conocido “no sé”. Tengo una abuela de hierro, eso seguro.

La montaña rusa emocional, ya con 3 semanas de longitud bajó en caída libre y en horas volvió a subir, se sintió como esos giros 360° en los que te quedás de cabeza, y experimentás esa sensación que pocas veces en la vida sentís.

¿Debemos alegrarnos o no? Dos días evitando llenarme de ilusiones, recordando todo lo que lloré tan solo 48 horas atrás; y hoy ella respondiendo de forma natural.

Disfrutar cada día. Decidí disfrutar cada segundo que entraba a verla y llenarla de besos, sin pensar en el futuro, solo disfrutar con la vieji que tan feliz me hace.

 Era lunes y concluyendo mi día laboral fui a verla, luego de preguntarle si me escuchaba me agarró la mano, en ese momento se me cruzaron tantas cosas por la cabeza, cómo en cuestión de días todo esto estaba pasando, "voy a escribir sobre esto al menos para mí", pensé.

Increíble. “Tu mamá es de roble”, le dijo el doctor a mi tía. Los doctores, seres maravillosos (que difícil es ser doctor y pasar por todo esto seguido) aún no pudieron darnos una explicación de su mejoría.
Entonces, o los doctores no son muy buenos - que no creo -  o alguien tiene un plan para cada uno de nosotros y éste se cumple aun sorprendiendo a la medicina?

Me gustaría dejar mi respuesta a esto, pero como respeto a todos y en quienes crean, solo dejo el caso de mi abue que estoy segura… no fue suerte.